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Article publié le 3 mai 2015. oOo
Antes que nada, quería agradecer a Rafael Lozano, por sus palabras, y a Santiago, por ofrecerme la posibilidad de participar en este interesantísimo acto. Estoy orgullosa de formar parte del grupo de traductores y estudiosos de Santiago, por su increíble producción poética, que estimo infinitamente, y por su calidad humana, que, no olvidemos, hay siempre que tener en cuenta, y que ha cimentado nuestra amistad. Me he aproximado hace unos años a la lectura de la poesía de Santiago, un descubrimiento, y he quedado tan fascinada por sus imágenes, su hondura, que no le he dejado “escaparse” de mí, y varios caminos hemos emprendido juntos. Caminos de diégesis de su obra, de traducción al italiano, pero no sólo : caminos de amistad, de diálogos, de viajes, y por todo esto otra vez le reitero mi agradecimiento. No obstante, hoy no voy a hablar de eso, sino que quisiera que ustedes, los asistentes al acto, me escucharan como una humilde guía de su obra. Guía como la Ariadna de Salvador Espriu –que cito porque ambos, Santiago y yo, admiramos al poeta– que acompaña a los lectores del laberinto. Aquí laberinto de variaciones, música y silencio. Y como hilo de Ariadna he decidido utilizar las mismas palabras de Santiago, que os enseñarán el camino en su poesía. Y solo soy transmisora. Por eso, como una cifra y ese misterio que envuelve toda la obra de Santiago, me divertiré en el arte de las citas. A ustedes encontrarlas, admirarlas, apreciarlas. Este tercer libro de El Bardo que tenemos aquí, Hasta el final camina el canto, reúne los poemas escritos en el agosto de 2009, cuando un momento particularmente favorable en la creación de Santiago le concede este estado – « así están siendo todos mis momentos », escribe él. Estado especial, espiritual, de conciencia, místico, diríamos, de sentir y escribir en « una semana y cien poemas más o menos », como leeremos más adelante con Klaas. Pero los poemas son muchos más, no sólo cien, afortunadamente, y abarcan una temporada que va de marzo a agosto. Aquí, en Hasta el final camina el canto, están reunidos los que van del 439 al 696 : precisamente, como decía antes, los que han sido escritos en agosto. ¿Por qué agosto ? ¿ Por qué hay un intervalo de tiempo y de pausa dentro de una temporada tan breve y al mismo tiempo tan larga ? En agosto se amplifican algunos datos biográficos del poeta, algunos sucesos ; aunque, no olvidemos, en la vida de un poeta no cuentan los sucesos prácticos, cotidianos, no siempre, decía el italiano Cesare Pavese, otro autor que ambos admiramos. ¿Y por qué se da la poesía ? « La poesía no se resiste a dejar de ser misterio ». « La poesía inunda todo ». Y en ese agosto, aún mas que en marzo, en abril, la poesía es signo de la tierra, pero también del miedo, de la noche, de las fauces del tiempo, del olvido. Y esa lucha con la vida y para la vida, que es cifra de la poesía de Santiago, que es parte integrante de su poética, llega a ser más evidente, más honda, más espesa. Y con ella la lucha con, para y por la poesía. Porque, « si abandono la poesía, del hombre abdico ». La poesía es y tiene algo de humano y de metafísico, de lo que no se puede prescindir, la guía para la supervivencia y la expresión de sí mismo. Es un autor, Santiago, que confiesa « lavarse el alma sobre el papel ». El hecho de reconocerse humano, entonces, sí que ahora le otorga la posibilidad de dirigirse más directamente a otros seres humanos, que comparten su destino. El pacto inmediato entre lector y poeta se da en el momento en que « ojalá a alguien sirva y le ayude / sea luz que caliente e ilumine / miedo y alba que en poesía alumbre ». Y si siempre para él ha sido una rama civil y laica de la soteriología, de la ciencia de la salvación, aquí lo es para todos los seres humanos, que participan y leen los poemas y sus infinitas variaciones. Porque la poesía de Montobbio se compone de inéditas y recónditas armonías, de música, de silencio, y como un brillante compositor, Santiago fija en las páginas el arte y el amor que se escapan « como agua entre los dedos ». La conciencia de lo efímero, de la negación al mismo tiempo que la afirmación, da al creador la ocasión de encerrar las palabras en sus poemas, para que sean más libre y vuelen hacia los demás.
La poesía nace, no obstante, de un momento exclusivamente íntimo, en 2009, en el que Santiago vuelve a escribir después de veinte años y a emprender de nuevo un recorrido sobre el papel. Como afirma al principio de Los soles por las noches esparcidos, en febrero de 2009, « Silencio sobre la vida y sobre el mundo y nada que decir sobre él. Silencio sobre el silencio, rotura todo, esta vida seca, que en este anegarse se cumple y se marchita, se queda en nada. Silencio, tiempo y nada : sobre él el olvido me recubra, y una soledad inmensa diga su nombre al final de todo, detrás de nada, sobre mi rostro último, sin papel ni calle, en el aire triste ». O más adelante : « En el tiempo del olvido he estado sumergido / en el tiempo del silencio he vivido / oscuro yo, y profundo, malherido, o transido de albas y de nadas / sin remedo, sin palabras y quizás ni gestos ». En la lucha titánica contra el olvido, el poeta es conciente de haberse perdido y de regresar finalmente de sí a sí. Y, sobre la franja de la amenaza constante del olvido, que al mismo tiempo es amparo –en una negación/afirmación que constituye una de la claves de la lectura de su poesía– Santiago se entrega a la creación como testimonio de su martirio, de su sufrimiento, de su instinto vital. Y levanta una sutil arquitectura de gestos cotidianos, de imágenes, metáforas, que le ayudan y le asaltan, así como las palabras indomables que los hacen signos : « tantos poemas. Tantos miedos. Tantas albas / así los poemas resultan variaciones / sobre esta densa tristeza de vivir y sus motivos ». Nada, o sea silencio, olvido, y música, o sea variaciones, detalles, símbolos, metamorfosis. Esas inéditas armonías son fruto de la meditación del poeta, y se ofrecen como silencio y como variaciones sobre el motivo de las palabras. La música es intervalo, la música es melodía : « la música que en la noche no se esconde, / la música que el corazón / de cifrar nunca termina ». Y si sustituimos la música por la palabra “poesía”, penetraremos en ese mundo mistérico y misterioso de la poesía de Santiago. Porque la poesía, como la música, se configura de manera imprenscindible como silencio y melodía, o sea variaciones. Así es el silencio, ese silencio de veinte años, despues del cual mágicamente y misteriosamente brotan las palabras. Un silencio de meditación, de preparación, de milagro. Y dentro de la poesía, el silencio es la soledad, que el poeta confiesa para sí mismo, un estado existencial que le lleva a interrogarse sobre lo que le rodea. Como ya hemos dicho, el silencio es el olvido, que el poeta teme y auspicia al mismo tiempo, contra el cual él combate y que al mismo tiempo le ofrece al abrigo de una búsqueda : « me conjuro en el olvido / me disuelvo, me extingo. / Me persigo ». El silencio es pausa de la vida, del alma, de la palabra que en ellas se construye. Es parte imprescindible de las variaciones, que de otra manera no podrían ofrecerse. De él nacen, a traves de él se manifiestan al poeta. El silencio de una noche de estrellas, de luna, los interlocutores íntimos del poeta, son voz y grito. Estrellas, lunas, agua, viento, se presentan como símbolos de un diálogo, de la tentativa de alcanzar la vida, y a través de ellos, a sí mismo : « hay las palabras e imágenes habituales / en que siento y me vivo y así también atravieso por raíles invisibles / que conducen al miedo o a mí mismo ». El sol surge muerto y sin sentido, la luna rota y sola, sobre la arena aparece una ala rota de una gaviota, el agua es callada y detenida. En los poemas se transmutan, para ser interlocutores, superposiciones del poeta mismo, efigies de la muerte o de la vida. El alba, las albas, son limpias, símbolos de una esperanza, o no, pródromos de un día que se anuncia quizá de salvación : « al fondo / de un paisaje sin distancias hay un alba / que quizá ponga rostro a estos misterios ». No obstante, al mismo tiempo pueden ser mártires de una noche que les deja sin alivio : « por un alba que está rota / y se desangra sobre el alma / el poeta tiembla en el misterio ». Las variaciones se entregan también en el amor, en esa búsqueda de un abrazo o en esa conciencia de un amor no dado. Amor a una mujer específica o no, no importa, porque en el arte todo de se transmuta. La variación puede interesar una palabra, un tema, un poema, porque la casualidad –del lugar de escritura, del orden mismo de los poemas– impera sobre un anhelo íntimo que por sí mismo es variación de estados anímicos, pánicos con la natura. Casualidad que la poesía domina, o por la cual se deja llevar, en un himno dirigido al arte mismo, a la nada, a un dios que no aparece sino como negación o pregunta sin respuesta. La espiritualidad se expresa entonces en la trascendencia de la poesía, de esa inspiración que busca la solución de un enigma ya por sí indescifrable, una telaraña absurda en que el poeta se afana y se desvela. La soledad –esta hilera de adioses en Santiago vive, en la cual se reconoce como nada, o como sí mismo– se revela como un momento sublime, diría Kant, una experiencia poderosa y dolorida, comprendida con delicadeza y respeto, con dignidad humana. Experiencia acompañada por cierto terror o también melancolía, o con un asombro tranquilo y terrorífico al mismo tiempo. La mirada del poeta se vuelve hacia todo, hacia adentro y afuera, y la constatación de la falta de un sentido constituye al final el descubrimiento última que él comparte con todos los demás seres humanos. Descubrimiento que, no obstante, conlleva una esperanza, ofrecida con humildad por la misma poesía : « sentir y cantar con sencillez / ser limpio en el decir : acaso / se me dé este don. Acaso / tras las palabras y los sueños haya alguna vez / un remanso de pureza y agua quieta / y de algún modo encontremos en él a Dios / sobre el alma entera ». ¡Gracias !
(Palabras pronunciadas en la presentación del libro Hasta el final camina el canto de Santiago Montobbio en el Aula dels Escriptors de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña en el Ateneu Barcelonès el 19 de marzo de 2015) *
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