El viejo prostático sale del "Centro de Día Juan de Padilla", en Burgos, por la parte trasera que da a la calle Batalla de Villalar, encaminándose hacía la Avenida de Cantabria. Viene caminando, y portando en su mano derecha una Tizona o Tientaguja negra como un tizón o picha amedio quemar, parecida a esa barra de hierro terminada en punta pelleja que sirve para explorar la calidad del terreno carnal en que ha de meterse. Viene orinando el muy cerdo. ¡Y todavía tiene fuerza en su micción¡ pues camina sin parar, como se hace cuando se anda a oscuras.
Le hemos visto yo, y un matrimonio, que agacha la mirada cuando pasa el vejestorio, como si se tratara de creyentes que le rindieran veneración y culto. Entran en su coche y marchan al modo que lo hacen los religiosos de una orden monástica. Yo le miro. El me ve, pero no se inmuta. Sigue su camino meando en marcha, con parsimonia, con la exactitud de orinar en el centro de cada baldosa del suelo. Me ha obligado a bajar la vista, como quien hace cumplir bien los deberes de una religión o el buen comportamiento obligado.
Paso de él, y me acerco al coche de mi "parienta" a coger las bolsas de las compras realizadas en Hipercor y Continente. Antes de regresar a casa, miró a lo lejos y ya no se le ve al señor de la Tizona de poco más o menos, "Mío Cid prostático", señor comunero del mear, que puso su titulillo de cerdo en el centro de cada baldosa, unidas por un hilillo pequeño, conservando el carácter feudal y querenciosos del hombre, después de pasar del Centro de Día a la Avenida de Cantabria, donde se pierde, alejándose poniendo una esquina por medio.