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Don Comboniato
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 Article publié le 14 mai 2017.

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Don Comboniato fue padre comboniano de vocación tardía, que, luego, dejó los hábitos por seguir a la husma tras una Jumenta "chuchumeca" de los Andes, Cono Sur. Esto me lo dice a mí, que soy, igualmente que él, un salido, aunque yo del Seminario Conciliar. Nos hemos dado a conocer en las apreturas del metro de Madrid que va desde Sol a Aluche, donde nos rozamos todos y todas como ovejas o como cerdos. (Un día vi yo a un sujeto que se sacó el miembro, que se balanceaba solo y se rozaba con todo lo que se menea, por el traqueteo del vagón).
 Hablando los dos, hemos coincidido que fuimos, y somos, muy activos en nuestro instinto sexual. Que en el "banco de espermas de los sentidos" hemos sido y seguimos siendo unos figuras. El me comenta que, en los veinte años que ejerció, contabilizo más de 21.900 pajas. Yo le digo que los 365 días del año y más, jamás deje de hacerme pajas, tantas, que ni el cilicio ni el látigo de santidad pudieron con mi Lujuria.

- Yo, a solas, y sigo queriéndome a mí solo, le digo.
 Él me dice :

- Yo he sido mucho más listo que tú. Yo he ido dejando mi semilla por los tablaos flamencos de Madrid, y las cuevas y mesones de su casco viejo ; y lo sigo haciendo. Yo me hice muchas pajas por el río de La Plata y el Potosí, corriéndome como un burro. Un chuchumeco, al que tenía en mis brazos a la orilla del río, un día me llegó a decir : -Padre, cuando usted hace eso conmigo, el río se crece.

- Por estas tierras colonizadas, cansado de tanto chumino chuchumeco que venía a pedirme consejo para sus tristes y desgraciadas vidas, y me le ofrecían en bandeja con el fin de que yo les aprobara a sus críos los cursos de sus estudios, dejé los hábitos, y me hice pedófilo por la gracia de dios.

- ¿Sabes lo que más les gustaba a los críos que yo sentaba sobre mis rodillas ? Mi Rebuznar sobre su cogote, al tiempo de eyacular como un burro. Ellos fueron los que me pusieron el mote de "don Comboniato", que es así como me conocen por estos lares.

- Ja, ja, solté la carcajada.

- Sí, sí, así era ; bueno, y es. No me digas que tú no has tenido alguna vez instintos pedófilos. Esto es típico de toda curia.

- Pues no, le respondí.
 El siguió :

- Nunca llegué a penetrarles, pero en ese balanceo del crío en mis piernas, me corría como un Asno, agradeciendo el ver correrse a él, su gurriato entre mis manos.

- "Do amazingthings", les decía, y os aprobaré todas las asignaturas, pasando el curso con sobresaliente. Nuestro amor es como una sonriente cazuela donde se cuecen las flores de la coacción con el aroma de la educastración de una religión que somete nuestras lujurias y hacen que nuestras almas hagan con sus manos poemas de lechosas cerillas que se convierten en cera de cirios que velan junto al sagrario intencionadamente iluminado, y que caen como mariposas dejando un leve aliento en los cristales de las lámparas de araña ; el crío diciendo : - ¡Oh dios mío¡ Don Comboniato qué ha tratado usted de hacer conmigo ?

 

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