Me dijeron que mataron a Ernesto.
Yo no lo ví.
Yo solo oí
El tablero de las ametralladoras
Mordiendo sangre inocente,
Devorando sangre joven
Que perfumaba el presente,
Con rostros de esperanza.
Cayeron fértiles soldados
Vestidos de inocencia,
Adultos en ciernes,
Su delito fue imaginar
Un mundo diferente,
Sin guerras mediocres y feraces fauces.
Fueron abatidos por la bota opresora y las balas de la injusticia, ataviadas de sinrazón.
Y yo estoy en esta fría celda
Que huele a muerte.