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Frustración infantil
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 Article publié le 15 janvier 2023.

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 Los productores de la historieta “El Santo” convocaron a sus seguidores al concurso permanente de dibujo, basado en el personaje. Acorde a la periodicidad semanal de la revista, en donde publicarían la lista de ganadores de una máscara similar a la del héroe, para el autor del mejor dibujo y el segundo lugar ganaría un póster autografiado del luchador.

Esa mañana Arturo recibió un paquete de la revista El Santo. Era una máscara con una carta de felicitación por su habilidad dibujando

 Hizo su capa con la sábana de la mesa de carambola del billar de sus abuelitos que nunca usaban.

Se puso la máscara y se calzó con unos tenis recién comprados. Consideró su atuendo y no se descubrió el torso ni se puso medias, además, un pecho o piernas desnudos, lo mantendrían tiritando, con los dientes en traqueteo, cual telegrafista. Su enclenque enjuta constitución física dejaba mucho que desear : no podría ser representante, de su héroe favorito. Sería mejor que de civil, para pasar inadvertido cuando saliera a la calle. Buscóa su primo Tono, quien o comulgaba con sus locas ideas, o le seguía la corriente con la consigna de que todas las aventuras serían subvencionadas con las gastadas de Arturo.

Aceptó el plan y decidieron hacer su primera incursión : Saldrían ese atardecer por el rumbo del cerro de San Cristóbal, por el Torreón y sus alrededores, para acostumbrarse a la falta de visibilidad ocasionada por tener casi cubierta la cara, más la sensación ---única, de adquirir la personalidad de dos defensores del bien. Cual quijotes, saldrían, máscaras en ristre, a la defensa de cualquier desvalido o desvalida que se cruzara en su camino…

 El sol amenazaba con ocultarse tras el cerro del Huitepec, al dejar la casa. Arturo llevaba el remedo de capa, enrollada en su brazo izquierdo. Las máscaras estaban disimuladas en las bolsas delanteras de sus pantalones.

 Caminaban silenciosos cavilando que a partir de esa acción, dos héroes desconocidos andarían en los labios de jóvenes, rescatadas de situaciones en que vidas y honras pendían de un hilo. Por sus mentes desfilaban imágenes, como secuencia de epopéyicas películas. Los niños enmascarados eran los protagonistas, que en un acto trascendente, empeñaron sus vidas en luchar por el bien de la humanidad.

Arturo estrenando máscara. Tono consiguió de segunda mano una máscara de Blue Demon, para secundar la acción

Como la casa de los abuelos estaba a tres cuadras del torreón llegaron al parque de la Merced y se encontraron con seis chamacos, molestando a dos niñas. Suponiendo que eran del grupo de Los Halcones, personajes siniestros que aparecían como antihéroes, con el propósito de subyugar a las chamacas, por el hecho de no someterse a André y a Chuck, principales actores de la mencionada historieta. Sería la oportunidad en esta misión para ser representantes de El Santo y Blue Demon para defenderlas de los malandrines.

En pocos minutos entre varias acciones de ambas partes, nuestros incipientes héroes huyeron de los malosos metiéndose por la callecita que daba al cerro de San Cristóbal, para perderlos. Cada quien agarró por donde pudo y Arturo, aprovechando que el crepúsculo ya se cernía al llegar al cambio de la noche, logró escabullirse metiéndose a unos cincuenta metros de la cima del cerrito, entre las zarzas que los conejos utilizaban como madrigueras, por la forma que tenían como de cuevas en la maraña de ramas. En el intento se llevó varios arañazos y se le trabaron en la espalda y brazos varias hileras de espinosas ramazones de las zarzamoras. Como pudo se fue librando de unas, ganándose otras. Al escuchar el sonido de pasos de sus persecutores, se quedó quieto en su improvisado escondite entre la p maraña y quedó oculto a los ojos ajenos. Al escuchar lejos las pisadas de los agresores, esperó hasta que vio salir las estrellas iluminando el firmamento. Con mucha precaución y cuidado fue saliendo del encierro, al destrabarse poco a poco los tentáculos de las moras. Se sentó para respirar tranquilo sobre una piedra. Imitando el sonido de las aves tratando de hacerle notar su ubicación, a Tono ; no logró nada.

Ascendió hasta la cima del cerro para acercarse y tomar aire, al sentarse en una banca del kiosco, confiado en la profunda oscuridad para poder distinguir algo. Cuando se vio solo, se ubicó frente a la iglesia para bajar por las gradas hacia el caminito que llevaba a la calle que da a San Antonio. En el último tramo, antes de llegar a la intersección de la calle de La Palma necesitó caminar despacio, al principio, pues estaba muy resbaloso por estar cubierto de piedras. Olvidó todo al distinguir en la oscuridad muchos pares de ojos. Una gran cantidad de perros, ladrando en formas y tonos, que armó gran algarabía, se le fue acercando, decididos a hincarle el diente. Un perrito muy agresivo fue el primero que alcanzó morderle la pierna derecha haciéndolo caer al suelo. Velozmente Arturo se puso de pie. Agarrando una piedra en cada mano, empezó a repartir golpes a diestra y siniestra, escuchándose algunos aullidos, hecho que frenó el ataque de los canes y pudo llegar milagrosamente a la calle, para salir del peligroso callejón. En el último momento le ayudó la intervención de algunos dueños que callaron y llamaron a sus animales.

Arrastrando las patas, Arturo se fue por la calle de La Palma para tomar la Ignacio Allende y llegó a su casa, en cuya puerta se encontraba Tono preocupado.

---¿Qué te pasó por Dios ? ¡Estás lastimado, con sangre en la cara, lleno de polvo por todos lados ! ¿Te perdiste y te caíste, qué te sucedió ?

 Sucintamente le fue contando todos los incidentes desde la separación en la esquina del Torreón , su bajada y escape de los cánidos

--- Dios me protege porque me libré de los persecutores y escapé de una jauría. Sólo salí con una mordida que me agarró el pantalón y raspones en las caídas y zarzas donde me escondí. Nada que no se puede curar con un poco de iodex, alcohol para desinfectar y unas curitas. Y un mejoral

---¡Gracias a Dios Arturo, te libraste de algo peor !

---¡Mañana que regrese mi mamá de su trabajo, le contamos todo, sin decirle nada de los golpes y para ese tiempo ya me habré quitado las curitas.

---Déjame ver si no hay moros en la costa para poder ir a nuestro cuarto.

Así lo hicieron y sin mucho preámbulo se durmieron, gracias al esfuerzo que sufrieron para defenderse de sus atacantes en la Merced.

A las seis de la mañana, en cuanto el sol salió, Arturo despertó a Tono y le pidió que lo acompañara llevando sus máscaras, para ir al cerro de, Cristóbal.

En la parte alta del callejón, en el centro donde había más piedras, se encontraba, el cadáver del perrito, prueba de lo dicho por Arturo. Cerca de la iglesia, sin cruzar palabra desde que salieron de su domicilio, Tono, siguiendo las instrucciones que le señaló su compañero, hizo un agujero con la en el piso y enterró las dos máscaras que cubrieron con tierra.

---El mundo todavía no está preparado para aceptarnos ---dijo Arturo muy solemne

---Así es. Ya habrá su tiempo --- agregó Tono.

 

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