Los sueños que Socrates temía ante la figura de Alcibíades.
Un rabioso poema, en el cual el erotísmo se abisma en los cultos dionísiacos en los cuales la carne era el alimento del alma, y el camino hacia el encuentro de un Dios enternamente resucitado.
¿Porque huye el habla ante tu imagen,
porqué el silencio tornase lenguaje,
porque Jhon, mirandoté vuelvo a nacer
y me extremezco como aquel día
en el cual nacía al alba de otros mundos ?
¿Porque los sueños tornan a poseer,
mi cuerpo y cunde el miedo de estar así
contigo y en la entrega a tus fuerzas, llagan mi carne ?
¡Ay, pues tu en la poseción, quitándome
el pasado eres pavura del
el Dios humano de que nace un hombre,
y engendra con su néctar todo olvido !
Y solo entre tus brazos, perdido como un niño
en la profunda selva del deseo, comprendo
que habitar en el mundo es consagrarme a ti
y construir en ti la posada que hace posible
un mundo porque el mundo eres tú, o John,
y dejo que me habites y te habito porque ya
no estoy solo y es el abismo un canto
que conduce al infinito juego del amor,
y los cuerpos fundidos en el desnudo fresco
de la aurora del sexo, que conduce a mi Ítaca
con ossanas y palmas para laudar la recidumbre
de un Dios carnal crecido entre mis piernas.