Me sentía un poco mareado. La travesía por el mar en una lancha me dio miedo. Solo por ser la boda de Jorge, mi hermano mayor, me atreví a cruzar mar abierto hasta la hermosa isla de Holbox. El calor era sofocante pero la brisa marina amainaba la pegajosa sensación de humedad que pegaba mi cuerpo a la camisa. Me asignaron una cabaña donde coloqué mi hamaca junto a la de otros invitados. Por la tarde comí pescado al tikinchik, que era asado y llevaba achiote y condimentos. Estuvo riquisimo. Mi hermano, muy atareado con sus preparativos, estaba fuera de mi vista. Me bañe con agua desalinizada y me vesti para la celebración religiosa. Apenas había recorrido la isla en el día y vi a muchos bebiendo cervezas, aunque estuvieran calientes. Busqué vhasta encontrar un puesto de hot dogs, comí dos y una coca cola de lata muy fría. No sabía que la boda y su fiesta se prolongarían tanto. No logré felicitar a mi hermano y cuando vi a la gente excitada bajo los influjos del alcohol, me retiré a la cabaña. De madrugada alguien me llevó mi plato de comida de la fiesta. Nadie había reparado en mi ausencia hasta entonces. De mañana, desayune azuzado por mi Mami, aunque quería irme lo más pronto a Chetumal. Logré colarme con una familia y viajé en las redilas de un camión, luego de pasar nuevamente en lancha a Chiquila. Desde entonces, no volví nunca a Holbox.