Era mi primer carnaval en Felipe Carrillo Puerto, llamado antes Chan Santa Cruz, aquel pueblito de la selva maya ubicado en el territorio de Quintana Roo, en los inicios de mil novecientos sesenta, los bailes se efectuaban en los corredores de la Delegación, limitados por bancas largas que bloqueaban el acceso.

Aquella tarde me encontraba de visita en casa de Lucely Carrillo, frente al parque, en la habitación de acceso a la calle, de donde tenía un taller de costura pues era modista.

---No pareces ser de la península–dijo—¿Acaso eres del centro del país ?, aunque tienes rasgos, más como de europeo, yo diría que de español. Los he visto en los barcos en Progreso y son blancos como tú.

La muchacha me impresionó con su perspicacia.

---Mi padre sanguíneo es español… Yo soy de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.

---Ahora entiendo. Entonces el director es…

---Mi padre adoptivo ---completé

---¿Te gusta el baile ?

El giro de la plática me desconcertó.

---Mas que una pregunta es una afirmación. Todo mundo dice que eres muy buen bailarín, y por eso te quiero invitar al baile de mañana porque es martes, y se termina el carnaval.

Curiosamente descubrí que tenía muy poca información sobre el carnaval. Sólo lo tenía asociado con una festividad religiosa en Chamula, donde los indígenas se disfrazaban y ejecutaban bailes muy vistosos. 

---Mañana, ¿a las ocho o nueve ?

---En realidad son dos bailes : el baile de matinée es de las once de la mañana seis de la tarde. Te vas a bañar, reposas el baño y regresas a partir de las nueve de la noche para seguir ---Va a haber un lleno completo ---dijo Lucely---. Por eso debemos apartar lugar. Quedamos de acuerdo para vernos el siguiente día en la Delegación. Minutos después llegó mi amiga Lucely vistiendo una de sus bellas creaciones.

---¿Estás listo para disfrutar este martes de carnaval ?

---intentaré estar a la altura de las circunstancias.

---Perfecto, empecemos haciendo honor a la orquesta de Mérida.

Empezamos bailando Nereidas, el clásico danzón de todas las épocas.

Pude percatarme de que mi pareja de baile se desenvolvía con mucha naturalidad, y puse a prueba algunos de mis trucos para probar el dominio del baile de mi pareja, y los resolvió de manera satisfactoria. Hecho que me permitió disfrutar con sumo deleite mi afición.

Bailamos todos los ritmos hasta media tarde, en que de repente, sin poder prever nada, un chamaco me roció la cara con gran fuerza con azul spil en polvo, que me llegó hasta los pulmones, provocándome grandes accesos de tos y mucha irritación en los ojos. Instintivamente le di una especie de coscorrón en la espalda y salió chillando del salón.

Cómo pude logré limpiarme la cara y ojos y regresé con Lucely, con su carita de preocupación.

---Le hablan en la puerta --- dijo un tipo.

Me dirigí a la zona de acceso, y sin decir agua va, un individuo muy cargado de hombros, como de unos cincuenta y tantos años, me soltó tremendo golpe que me lanzó al piso.

Como pude logré incorporarme, no supe que pasó.

Con la boca rota alguien me guio al consultorio del médico, quien tras revisarme me dijo que el golpe provocó que mis dientes cortaran la piel en unos cuatro centímetros.

Me recomendó que aplicará fomentos de jugo de naranja agria.

De recuerdo me quedó la cicatriz de la cortada, y las pocas ganas de volver a un carnaval.