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Italia (Desde Miguel Ángel)
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 Article publié le 17 avril 2022.

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Tras Le confessioni d’un italiano de Ippolito Nievo emprendo la lectura de otras confesiones en forma de diálogos, los Diálogos de Roma de Francisco de Holanda en que se da voz a Miguel Ángel, y que no se sabe hasta qué punto son sus palabras en este género renacentista de los diálogos verdaderas y reconstruidas, las dos cosas, en qué parte imaginadas, pero sí que se escribieron entonces, en el siglo XVI, y que en verdad este pintor portugués, Francisco de Holanda, trató a Miguel Ángel. Es un libro que quise leer durante el confinamiento, del que me acordé, pues lo había comprado la primavera anterior y tenía por leer, como pensé también en Le confessoni de Nievo, compradas en Roma con mucha ilusión muchos años antes. Acabada ayer esta gran novela, leo esta mañana el detallado estudio que hace de prólogo a estos diálogos del pintor portugués y que me gustaría leer en su lengua, pero supe de él por la actual edición española y al momento la compré. En el prólogo encontramos nutridas causas, explicaciones, razones y filiaciones del pensamiento de este libro, y hay al final un también nutrido aparato de Notas. Pero voy a leer los Diálogos seguidos, sin acudir a las Notas, como en el prólogo se indica se puede hacer, un permiso que nos da y al menos yo no necesitaría para así hacerlo. Porque así podré sentir y percibir más en su decurso, reconstruido o imaginado o soñado no sabemos en qué parte, lo que dice Miguel Ángel, y las concepciones sobre el arte y la pintura de un tiempo crucial. Así lo hago, y empiezo a leer el Diálogo primero. Entre lo que dice al principio Miguel Ángel -y me llama la atención con esta claridad y rotundidad así reclamado-, Italia como medida y valor, como medida única, de hecho, de y en el valor : “Solamente podemos llamar verdadera pintura a las obras que se hacen en Italia, y por eso a la buena la llamamos italiana, y cuando en otra tierra así se hiciere le daríamos el nombre de aquella tierra o provincia”. Así adjetivar a la pintura, a la buena pintura, la pintura de verdad, y a continuación unas palabras sobre lo que ésta sea, a las que un prologuista o estudioso situaría y comentaría pero yo creo que se pueden gozar sin más en su profundidad y belleza, y de verdad trasportarnos a lo que la pintura y el arte es, son : “Nada es más noble y devoto que la buena (pintura), porque nada recuerda y yergue más la devoción de los discretos que la dificultad de la perfección que va a unirse y juntarse con Dios. Porque la buena pintura no es otra cosa que un traslado de las perfecciones de Dios y un recuerdo de su (manera de) pintar (es) finalmente, una música y una melodía cuya gran dificultad solamente el intelecto puede sentir. Y por esto esta pintura es tan rara que nadie la sabe hacer ni alcanzar. Y digo más (y el que lo advierta lo tendrá en mucho) : de cuantos climas y tierras alumbran el sol y la luna, en ningún otro se puede pintar bien como no sea en el reino de Italia. Y es algo casi imposible de hacerse bien si no es aquí, por muchos mejores ingenios que haya en otras provincias, si es que los pueda haber ; y esto (es así) por las razones que diremos”. Miguel Ángel concreta más este posible caso a continuación “Tomad a un gran hombre de otro reino y pedirle que pinte lo que él quiera y lo mejor que sepa, y lo haga ; y tomad a un mal discípulo italiano y mandadle que dé un trazo o que pinte lo que vosotros queráis, y lo haga. Hallaréis, si bien lo hubiereis advertido, que el trazo del aprendiz, en cuanto a arte (se refiere), tiene más sustancia que el de aquel otro maestro, y que vale más lo que él quería hacer que todo lo que aquel otro haya hecho. Mandad a un gran maestro que no sea italiano (aunque sea el propio Alberto (Durero), hombre delicado en sus maneras), que, para engañarme a mí o a Francisco de Holanda, imite o copie una obra que parezca de Italia, y si no puede ser de las mejores, que sea de las medianas o de las malas, que yo os certifico que enseguida se reconocerá que tal obra no haya sido hecha en Italia ni por la mano de un italiano”. Y acto seguido afirma : “Así, afirmo que, con excepción de uno o dos españoles, ninguna nación ni gentes pueden ansiar ni imitar la manera de pintar en Italia (que es la del griego antiguo) sin que enseguida sea fácilmente reconocida como ajena, por más que en ello se esfuercen y trabajen. Y si por algún gran milagro llegase alguno a pintar bien, entonces, aunque no lo hiciese por imitar, apenas se podrá decir que pinta como un italiano”. Y unas palabras magníficas a continuación y que me agrada profundamente encontrar : “Por eso no se llama pintura de Italia a cualquier pintura hecha en Italia, sino a cualquiera que sea buena y cierta. Y como en ella (en Italia) las obras de la ilustre pintura se hacen más magistral y gravemente que en ninguna otra parte, llamamos italiana a la buena pintura, la cual, aunque se hiciese en Flandes o en España (la que más se aproxima a la nuestra), si fuera buena pintura, será de Italia. Porque esta nobilísima ciencia no es de ninguna tierra, sino que ha venido del cielo. No obstante, la Antigüedad perduró en nuestra Italia más que en cualquier otro reino del mundo, y en ella creo yo que acabará”. Sí, me alegra encontrar estas palabras, lo que son, lo que significan, a quien se le hacen decir y que en efecto en su tiempo se escribieron. La hermandad y relación que hay en ellas entre Italia, Grecia y España, cómo Italia es la verdadera patria y tierra del arte, y la tierra de éste en verdad el cielo. Compré hace muchos años en Roma con ilusión la novela Le confessioni d’un italiano de Ippolito Nievo, quise allí comprarla y de allí me la llevé como un símbolo de Italia, y a Italia he podido sentir en ella -y a Venecia- al leerla estos días, y con ilusión compré estos Diálogos de Roma en que habla Miguel Ángel y también ahora cumplo el deseo de leerlos. Y, ya al principio, estas palabras que me agrada profundamente encontrar y de las que no quiero anotar comentarios ni filiaciones ni referencias, sino sentirlas en su altura, en su profundidad, en su despojada verdad, hijas de su tiempo y emblema de éste y en esa despojada verdad aún vivas, como temblando en el aire que respiramos.

 

 

P.S. De Roma a Venecia. Venecia en la novela de Nievo, e Italia. Y ahora, desde Roma, al hablar de Italia Miguel Ángel por preguntársele qué pinturas destacadas en ella se encuentran, Venecia, y una sentencia estupenda acerca de ella. Así, tras expresar su estima por Tiziano y por el valor de su pintura, dice Miguel Ángel de Venecia : Toda aquella ciudad es una buena pintura. Es una sentencia estupenda, sí, y que siento un encuentro -y el encontrarla aquí. De Italia. Venecia, Roma. Quiero apuntar sólo el asombro de un pensar, el asombro y la alegría que pueden dar el de pronto encontrarlo, un pensar sobre el arte o la pintura, sobre Venecia o Italia o Roma, lugares o más que lugares alturas, profundidades y horizontes a los que tendemos, de los que de verdad somos, que los merecemos. En ellos, de ellos ser. 

 

 

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