Escenario.
Una sala con formas cubistas y en una silla de colores blanco y negro en zigzag, el Hombre, con una pierna cabalgando sobre otra, y con una sonrisa enorme que ilumina su rostro, se levanta, camina y habla.
El Hombre.
En busca de la identidad, el hombre alzó su vista a las estrellas y quiso ver en ellas un significado que trascendiera su propia existencia.
Al filosofar, buscaba la verdad, una verdad escondida en lo profundo de su alma, y oculta de forma consciente hasta que estuviese preparado para enfrentarse a su propia dimensión.
Los filósofos han sido, desde Tales de Mileto, Aristóteles, Sócrates y Parmenides, hasta Kant, Hegel, y Schopenhauer, visionarios del alma. Ahora, la filosofía se ha decantado en una búsqueda de identidad.
En nuestro perenne siglo, esa pérdida de identidad, se ha cubierto con máscaras.
En esas máscaras, se diluye la autenticidad, y ésta, se ha fragmentado de forma importante.
Vivimos en una época donde se desprestigia la autenticidad y se imita un estilo de vida para estar ad hoc con el moderno estilo de vida.
Ya sea el estilo ligth para estar a la moda con comidas saludables, como en el propio mundo personal : Ser uno mismo no es una piedra de valor.
Se absorbe personalidad de los demás.
O copias a un youtuber o a un influencer, hasta en su forma de pensar y de actuar, como si seguirles, te convirtiera en alguien mejor.
(El Hombre se detiene, sonríe y el telón cae terminando la obra).