Escenario. El Hombre, ataviado de elegante atuendo, está sentado sobre una enorme poltrona.

Al abrirse el telón, está leyendo un periódico. Lo deja a un lado y habla.

El Hombre. ¿Cuáles son aquellas pequeñas cosas, esos detalles que echan a perder tus relaciones personales y destruyen a la familia y el seno de la misma iglesia ?

Esos pequeños detalles que se convierten en gigantes en nuestras vidas, son las que vulneran nuestra sociedad.

A veces, es un chisme.

Y ni siquiera un chisme importante.

Pero es incendiario.

Dice la epístola sagrada

 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego !

Y ese fuego procede del mismo infierno para quemar los cimientos de tu familia.

A veces somos capaces de provocar un gran problema en el seno del hogar.

La cizaña se introduce en nosotros y vemos al hermano de carne como a un enemigo.

Buen decía el Señor que los enemigos del hombre estarían en su propia casa. El padre contra el hijo, la suegra contra la nuera o el yerno. Entre hermanos. Y esa división crece y se convierte en un muro.

Y comenzó con una pequeña zorra que echó a perder ese viñedo que es tu vida y le quita el privilegio de ser un remanso de paz, donde puedes refugiarte de los embates del mundo.

Nos préstamos a este tipo de actitudes y dejamos que esas zorras pequeñas, esos problemas sin importancia, nos dividan y destruyan, y el odio y las raíces de la amargura, entran a nosotros.

Jesús nos ofrece una vida abundante, pero vivimos una vida miserable, de continúa derrota, donde el fracaso es nuestro pan de cada día.

¿Cómo combatirlo ?

La principal arma es el amor.

El amor cubrirá multitud de pecados.

La otra arma es pensar lo bueno.

Cada día cruzan por nuestra mente más de 1500 pensamientos.

Dice en Filipenses 4:8 que debemos pensar en todo lo bueno.

 Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre ; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.

Y debemos, como tercera arma, usar la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.

¿Cómo usar la Palabra de Dios como espada ?

Un espadachín se adiestra para el manejo del arma que empuña. De otro modo, él mismo se puede dañar.

Recordemos que la Escritura es un arma de dos filos, que penetra hasta lo profundo del alma.

Al manejarla, debemos ver primero que nos dice a nosotros, para que, al reflexionar sobre su mensaje, aprendamos y dejemos de lado los errores que estemos cometiendo, porque la Palabra discierne las intenciones del corazón.Y el otro filo, puede ayudarnos a combatir el ataque del mal, que nos hará creer que el daño que provocan las zorras pequeñas no tiene solución. A nuestra mente humana, llena de orgullo y prejuicios, no tiene una salida fácil. Pero si dejamos que el Señor obre y sometemos nuestro orgullo humillandonos, la tierna mano del Señor nos llevará a verdes pastos donde podemos alimentar el alma. Nos guiará por sendas de justicia, por amor de Su Nombre. Somos ovejas del Señor y El nos conoce muy bien.

Déjemos esas zorras que invaden nuestros hogares e iglesias, y dejemos que la luz de Dios ilumine nuestro camino y nuestras relaciones personales.

(El Hombre sonríe, y el telón cae terminando la obra).