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La Burra Mandrágora de Maquiavelo
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 Article publié le 14 février 2017.

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Nunca faltará alguien que desee montar la Burra Mandrágora de Maquiavelo, que montaba de fijo el joven Calimaco, florentino pajillero, asnalmente obsesionado, cual un Calixto de Melibea en la tragicomedia de La Celestina, de Fernando de Rojas, de una mujer casada con un doctor bobalicón, y sin hijos, Lucrecia, de diez, de doce, de veinte y uno y medio orgasmos guardados, esperando al mozo salido y bien hambriento que se les haga exhalar al estrecharla y apretarla.
 En el mismo tiempo y muy cercanos, la burra Celestina y la burra Mandrágora Rebuznaron muy selectas, aunque habitaban en países lejanos, haciendo de los dos autores, Fernando de Rojas y Nicolás Maquiavelo, cargados con la albarda de la doblez y perfidia en el modo de proceder, de los más fuertes, grandes y estupendos Asnos del Mapamundi conocido, ya que sus Rebuznos fueron muy solicitados en muchos otros reinos, y Estados, llegando incluso a caer en muchos monasterios, y ser alabados y hasta santificados por abades y prelados.
 La Burra Mandrágora pasó por muchas vicisitudes y Rebuznaba cuando tenía listo el pienso de la mala fe, el engaño o cualquiera otro injusto e inhumano que condujera al fin que se desea, no pudiendo o no sabiendo imitarla ni los autores de la Historia Universal más propios y más perfectos, dando lecciones a los niños que enseñan, y previniendo muy graves que los pícaros, los criados y los frailes, "esos que de forma sutil disfrazan su hipocresía con su vestimenta", como dice Calimaco, son los que gritan muy clarito cual Jumentos.
 Ellos son los que, de fijo y sin rodeos, convencen a Lucrecia, que tenía caída la matriz, de acceder a un tratamiento exótico a partir de una pócima de mandrágora, leche de Burra, (hoy Burundanga), cuya nata corría por los dedos, recetada por un médico recién venido de Paris, que es el mismo Calimaco disfrazado, que le sanará a Lucrecia del prurito vaginal en seis días seguidos día y noche, como así fue, y lo confiesa el mismo Maquiavelo, que sabía de las veces, los tiempos y los tonos en poner en orden la matriz y la Razón fuera de sitio.

 

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