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Article publié le 6 décembre 2020. oOo REMUEVO LIBROS EN LA BIBLIOTECA, RECUERDO, BUSCO. Porque dejé por empezar Calende greche de Gesualdo Bufalino y espero leer esta novela -quizá hoy-, pero hay tantas que quiero. Me parece que allí está -en una mesita redonda que hay en el despacho y tiene libros- las Poetesse italiane del cinquecento. Me acuerdo que le oí hablar de ellas a Dacia Maraini hace muchos años una tarde en el Instituto Italiano de Cultura de Barcelona. Por cierto, tengo un grueso volumen con cinco libros suyos y está por leer. Lo miraba ayer. Me gustaría leer Bagheria, su infancia en Sicilia. Dacia Maraini nos dijo esa tarde muchas cosas. Entre ellas, que en el Renacimiento las mujeres escritoras eran monjas o prostitutas, las cortesanas. Porque las demás no tenían instrucción. Habló de Veronica Franco. Una película la ha hecho célebre. Pero yo compré al poco este libro, y pude ver, al leer su poesía, que ésta era de primera calidad. Las leyendas a veces defraudan, responden a cuestiones a las que la calidad de la obra no corresponde. Pero recuerdo que ésta sí es una alta poesía. Sería un gusto releerla. Cojo el libro. Al hojearlo veo que en él está también Gaspara Stampa. La leí un verano, comprada en la Feria del Libro por nada en una edición francesa, pero como era una edición bilingüe pude leer sus poemas en su original italiano. Poemas en la playa. Ahora poemas en casa. Encerrado. Pero poemas. Hay que buscar, busco la libertad de los libros, el aire libre que para mí son y al que suplen. Aire libre de los libros. Tantos por leer, por releer. Los he ido buscando y encontrando. Avisos a veces de los que llegan, de los que vienen, como del comentario de Dacia Maraini aquella tarde en Barcelona estas poetas del Renacimiento italiano. Curioso, bello libro. Recuerdo que compré las cartas de Veronica Franco en Venecia, hace ya años, porque me gustó y me hizo gracia comprarlas allí, pero quedaron por leer. Los libros, una vida. La compañía de una vida, la poesía de una vida. Me llamó la atención y me pareció una respuesta muy inteligente la que dio Dacia Maraini a la cuestión del compromiso. Esperaba ya que le hicieran esta pregunta, y se salió muy bien. Porque, con Moravia, fueron dos célebres escritores e intelectuales marxistas italianos, y era de esperar que alguien le preguntara qué había sido de eso, del compromiso del escritor, si seguía creyendo en él. Contestó que no, claro, pero que era una cuestión compleja. Y contó para ilustrarlo el caso de Flaubert. Flaubert -nos refería- despreciaba y se burlaba de los escritores realistas de su tiempo, que querían reflejar en sus novelas las injusticias de la sociedad. Él sólo quería escribir alta literatura. No era otro su propósito. Pero, al publicar Madame Bovary, le llevaron a los tribunales por considerar la obra inmoral, ya que contenía una apología del adulterio. La verdad es que, aun sin proponérselo, la novela contiene una crítica de muchas cosas de la sociedad de su tiempo -el matrimonio burgués por conveniencia y no por amor, la fe ciega en los avances de la ciencia, como si fueran a solucionarlo todo, el ejercicio mediocre de una profesión-. Pero no era éste su propósito. Con todo, en el juicio fueron los escritores realistas que él despreciaba los que fueron a declarar a su favor, a decir que no es que Flaubert fuera un depravado especial sino que es cometido del escritor reflejar la sociedad en que vivía, y esto había hecho. Algo que estaba en la naturaleza de su actividad, el escribir novelas. Y a partir de ahí, nos contaba Dacia Maraini aquella tarde, la actitud y la opinión de Flaubert cambió. Respetó a estos escritores. Y aducía este ejemplo para indicar cómo el del compromiso del escritor era un asunto complejo. Pensé, como digo, que se había salido muy bien en su contestación a esta esperable pregunta. Pienso ahora en cómo nos acompañan los libros, cómo llenan una vida y nos dicen. Me fijaba el otro día en los libros de Marañón de mi padre -escribí un texto acerca de él- y pensaba que podía releerlos. Ahora, mirando libros, mi mirada se fijaba en las obras completas de Valle-Inclán. He ido leyendo los veranos libros suyos en los volúmenes que tenía también mi padre en la colección Austral. Pero puedo coger estos dos volúmenes de sus obras completas y leer algunos que no haya leído. Libros, aire libre para este tiempo de encierro, libertad para el espíritu, para el corazón.
“VIVO, SE SI PUÒ DIR CHE QUEL CH’ASSENTE da l’anima si trova viver possa : vivo, ma in vita misera e dolente ; e l’ora piango e ‘l dì ch’io fui rimossa da la mia patria e dal mio amato bene, per cui riduco in cenere quest’ossa. Fortunato ‘l mio nido, che ritiene quelloa cui sempre torno col pensiero, da cui lunge mi vivo in tante pene !” Me llega Venecia en estos versos de Veronica Franco, Venecia y ese tiempo, una lejana historia, el rumor de las pasiones y de los odios y de los deslumbramientos y los desprecios. en estos versos como un eco, versos que tienen algo de cartas, como ya indicaba la breve nota introductoria a las composiciones de la poeta en este libro, y esto es algo que siento cerca y de lo que estoy cerca. Escribir cartas, y escribir en cartas, como si escribieras una carta. Algo así es y tiene mi escribir. Uno de los días pasados la poeta nicaragüense Isolda Hurtado me escribió desde Managua, tras leer un texto en prosa publicado como artículo en un periódico : la manera epistolar de escribir es muy hermosa. Sí, cartas. He de leer las cartas de la poeta, que compré en Venecia hace ya demasiados años, y a las que también he leído referencias en la nota introductoria de este libro. Cartas. Escribir cartas. Aun los poemas sean cartas. Y las cartas, por esto, poesía. Las cartas y el resto, todo. Todo lo demás. La poesía entre las líneas de las cartas que escribo, de las prosas, de las notas, también en los poemas disfrazados de cartas o de notas. Me llega la música de la poesía entre unas cartas escritas en una lejana y tumultuosa Venecia, y me hace pensar en todo esto.
“PRENDETE PUR DE L’ARMI ORMAI L’ELETTA, ch’ionon posso soffrir lunga dimora, da lo sdegno de l’animo costretta. La spada, ch ‘n man vostra rada é fóra, de la lingua volgar veneziana, s’avoi piace d’usar, piace a me ancora ; e se volete entrar ne la toscana, sceglietevoi la seria o la burlesca, chél’una e l’altra è a me facile e piana. Io ho veduto in lingua selvaghesca certafattura vostra moto bella, similea la maniera pedantesca : se voi volete usar o questa o quella, edaventar, como ne l’altre fate, di queste in biasmo nostro le quadrella, qual di lor più vi piace, e voi pigliate, chédi tutte ad un modo io mi contento, avendoleperciò tutte imparate. Per contrastar con voi con ardimento, in tutte queste ho molta industria speso : se bene o male, io stessa mi contento ; e ciò sarà dagli altri ancora inteso, e ‘l saperete voi, che forse vinto cadrete, e non vorreste avermi offeso”. Carta -y versos- de disputa, de enfrentamiento. En favor de la causa de las mujeres, cuestión y asunto que entonces no existía, de su capacidad, que reivindica. Y para hacerlo como arma la lengua, y decir, osar decir pero no resultar osado por estar muy claro y desprenderse de cómo lo dice -qué bien suenan y se encadenan estos tercetos-, su habilidad en su manejo, la veneziana, la toscana, la que deseen. Así escribe una mujer cuando las mujeres no escribían y a los hombres se enfrenta y la capacidad de ellas, de las mujeres, reivindica. Lo hace desde una Venecia lejana, he dicho que tumultuosa y lejana, y creo que es cierto y no son desacertados estos adjetivos. Quedan estos versos en pie de un orgullo y una reivindicación legítima, de un enfrentamiento, de la exposición de una causa -la de las mujeres- que tardará siglos en poder tener rostro y ser visible. Lo es aquí, en estos versos escritos en la Venecia de 1500. Ya sé que no es esto poco para dar razón de su excepcionalidad. Pero a mí me llega la cadencia de los versos como una respiración íntima, junto a su valentía y su libertad, que sólo se podía tener desde las orillas de la sociedad. La libertad del pensar y de la escritura. Me la trae desde los lejos de los siglos Venecia esta tarde mientras leo estos versos en Barcelona.
“QUEL CHE ASCOSO NE COR TENNI GRAN TEMPO con doglia tal, ch’a la lingua contese narrar le mie ragioni a miglior tempo ; quelle dolci d’amor amare offese, che di scovrirle tanto altrui val meno, quantoha più di far ciò le voglie accese ; or che la piaga s’è saldata al seno col rivoltar degli anni, onde le cose mutan di qua giù stato e venton meno, vengo a narrar, poi che se ben noiose a sentir fûro, ne la rimembranza ormi si volgon liete e dilettose. Così spesso di far altri ha in usanza dopo ‘l corso periglio, e maggiormente se d’uscirne fu scarsa la speranza.” Empiezo a leer este poema, éste es su principio, un poema -ya lo vemos- que nos ha de narrar el amor pasado, lejano. Un amor que mientras se sentía se sentía con él que era lo que valía la vida. El amor, la vida. Entera y sin más. El amor toda la vida. El tiempo deja en menos el dolor y las cosas, sí, las mengua. Hace dulce y suave su rememoración y lamento. Pero pienso -y para decirlo escribo- que un amor que valió lo que la vida, que fue toda la vida, nunca es lejano. Son fuego también las cenizas, si son del verdadero fuego, del verdadero amor.
“COSÌ, SENZA TROVAR CONFORTO ALCUNO, la soverchia d’amor pena soffersi, in stato miserabile importuno : nel qual ciò che i tormenti miei diversi farnon potêr, col tempo i miei pensieri vari da quel ch’esser solean poi fêrsi. Voi ve n’andaste a popoli stranieri, edio rimasi in preda di quel foco che senza voi miei dì fea tristi e neri ; ma procedendo l’ore, a poco a poco del bisogno convenni far virtute, e dar ad altre cure entro a me loco. Questa fu del mio mal vera salute ; cosìdivenne alfin la mente sana da le profonde mie gravi ferute : il vostro andar in regïon lontana saldò‘l colpo, benché la cicatrice render no si potesse in tutto vana. Forse stata sarei lieta e felice nel potervi goder a mio talento, e forse in ciò sarei stata infelice”. Aún en la rememoranza, en la lejanía, el amor duele. Duele aún el amor y está en ese dolor vivo y en el preguntarse y sentir y recordar la separación y la distancia, hurgar en las sombras que causan las dudas, el preguntarse cómo hubiera sido todo de otro modo, del que no fue. Pero el amor deja en el aire las dudas y las preguntas, el dolor. Las sombras. Ellas nos dicen, después de tanto tiempo, que fue amor. Que aún lo es.
“DEL VISITARNE SCRIVENDO, NON PARLO, scambievolementeintra di noi, ché ben son certa che verrete a farlo, questoofficio gentil meco pigliando, che ‘n alcun modo io non son per lasciarlo. Né altro : di buon cor mi raccomando”. Éste es el envío y los versos finales del último poema de Veronica Franco en este libro. Ciertísimo. Escribir, este oficio que nos acompaña y que no podemos dejar, el verdadero oficio y el más ligado a la vida, ilmestiere di poeta, il mestiere di vivere de Pavese, un solo oficio en verdad, oficio o mestiere, necesidad y sueño, salvación y cruz. No hay otra posible despedida ni dedicatoria ni envío. No hay otra más intensa ni verdadera conciencia para quien escribe. Que no puede abdicar del escribir. No puede abandonarlo ni dejarlo. Del escribir como del amor. Amar, vivir, escribir. Sin abandonos o claudicaciones posibles. Hasta el fin.
Barcelona, 2 de mayo de 2020
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