¿Qué dicen ? Palabras. Poetas sin lenguaje. Abren paracaídas. Caen en la mar. Islas sin isla. La mía tiene algo… algo… Pero no entiendo lo que dicen. Se parecen a turistas. Van a la playa. Usan mi barco. Se tumban en la espuma. Pájaros o peces. La pelota vuela entre sus manos. “Ustad escribo poemos ?” A ver si soy yo el autor de esta angustia. Yo y tú, claro. Pero no te ven. De ser bella, te vieran como te veo. ¡Mi inspiración ! Copia de mi mente. No falta ni una coma. Cuando te toco, encuentro la palabra. En la playa, no se toquen. Se miran. ¿Y qué dicen ? ¡Palabras no ! Gritan cuando el niño no encuentra la pelota. Creen saber dónde está. ¡Y está ! Mi camino cruza la mente de este niño. Nos saludamos. Ni el sombrero le gusta. Me lo dice. “¡Sin sombrero, tu cerebro arderá como carbón !” Y le ponen un sombrero de farsa. Con borlas, que son tres : una roja, una blanca y la otra azul. Pero este niño, que es de alquiler, no habla este idioma. Solo entiende el lenguaje del grito : “A por la pelota, ¡imbécil !” Y una mujer echa de grasa y huesos me explica que el niño tiene problemas no con el cerebro (el sombrero es muy eficaz) sino con el corazón que pertenece a Dios lo sabe mejor que nosotros. ¡Tú también ! A mí me ocurre algo semejante, pero… pero... nunca me hablan de cerebro. “¡No me digas ! — ¡Si te lo digo ! — ¿Y qué pasa ? — Miran en mi corazón. Soy poeta. — Así que los poetas de verdad no tienen cerebro… — Pero tenemos una picha, ¡he ! — Si me quito el sombrero ¿me volveré poeta ? — No sé. Yo nunca llevo sombrero. — ¿Y nadie te lo pone a la fuerza ? — Nadie. — ¡Qué suerte tienes de haber nacido poeta ! — Cuestión de corazón, creo yo.” Y así… Buscando a esta maldita pelota que se esconde y los demás gritando al niño… Yo no. Yo como si fuera invisible. Sin embargo, soy el mozo del chiringuito. ¡Ay que frescas son mis cañas !